Gustavo Javier Levin tiene un doctorado en Bioquímica de la Universidad de Buenos Aires (UBA), con mención en el área Biotecnología. Nació en Gualeguaychú, estudió en la Escuela N° 4 “Gervasio Méndez“ y en el Instituto Pío XII. Es un apasionado por la investigación lo que lo llevó a concretar tres expediciones a la Antártida.
Luego de doctorarse en 2009, logró ingresar al Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) para desarrollar allí todo su potencial como investigador científico. En 2012 viajó a España para investigar una proteína proveniente de la cáscara de soja, en la Universidad Complutense de Madrid a través de una beca del Ministerio de Educación de la Nación. Un año después, en la capital española, hizo un posdoctorado sobre bacterias de zonas volcánicas de la Antártida, mediante una beca CONICET.
En octubre de 2014 regresó al país para establecerse definitivamente en Gualeguaychú, a través de un programa de radicación de investigadores, bajo un convenio firmado entre la UNER y CONICET para formar un instituto de doble dependencia, el cual funciona dentro de las instalaciones de la Facultad de Bromatología.
La idea principal del convenio fue expandir la investigación científica al resto del país y descomprimir las grandes ciudades como Buenos Aires, La Plata, Rosario o Córdoba.
¿Qué implementó en la Facultad de Bromatología?
En principio se montó toda el área de Biotecnología porque no había nada. Apuntamos a un laboratorio especializado en la temática; hoy vengo siguiendo un becario doctoral del CONICET del cual soy director y también alumnos que hacen iniciación a la investigación. Estudiantes de Bromatología con distintos tipos de becas que también trabajan conmigo.
Por otro lado, se incorporaron materias optativas para la carrera de Bromatología, las que denominamos Biotecnología Alimentaria, una visión sobre la aplicación de esta disciplina en los alimentos. También participé en el desarrollo de la carrera de Bioquímica, la que fue aprobada en 2016 y un año más tarde comenzaron a dictarse las clases a los que serán la primera promoción de Bioquímicos y Farmacéuticos en la ciudad.
Viajes inolvidables
Tener la posibilidad de viajar y conocer la Antártida es el deseo de la gran mayoría de las personas, aunque sólo unos pocos pueden acceder a esa maravillosa posibilidad. Gustavo Levin la conoció y cuenta su experiencia.
¿Cuántos viajes realizó a la Antártida?
Fueron tres, de noviembre a marzo aproximadamente, en 2005-2006, 2007-2008 y 2010-2011, los cuales se denominan campañas de verano; siempre en esos meses porque es cuando se activa más el ingreso de los científicos, durante el resto del año normalmente se queda invernando un meteorólogo que cumple el rol de científico, acompañado por una dotación de entre 10 a 20 militares, los cuales pueden corresponder a la Fuerza Aérea, al Ejército o a la Armada. Todas las bases del Continente Antártico son científicas, si un país pretende tener una debe ser con objetivos de investigación, las fuerzas armadas cumplen su función en la parte logística de dichas bases.
¿Embarcaron en el rompehielos ARA Almirante Irizar?
En la primera campaña tuve la gran satisfacción de poder conocer y navegar en el rompehielos argentino Almirante Irizar. Nos trasladamos desde la base aérea El Palomar hasta Ushuaia en un avión Hércules. Desde allí embarcamos en el Irizar e hicimos el Pasaje de Drake en dos días. Y a nuestro regreso, luego de culminar la campaña estuvimos 8 días navegando a bordo de este emblema, pasando por las distintas bases antárticas donde iban embarcando todos los científicos y militares que también finalizaban su campaña y regresaban a sus hogares.
¿A qué bases antárticas llegó?
Desembarqué en la antes llamaba Base Jubany, la cual está ubicada sobre caleta Potter, en la Isla 25 de Mayo, la cual es parte de las islas Shetland del sur. Pero desde el 2012 se la renombró como “Alejandro Carlini”, en memoria de un destacado científico argentino, con el cual compartí campaña y recuerdo con mucho cariño.
¿Cuáles fueron los objetivos de las expediciones?
El objetivo principal fue colaborar con el grupo de microbiología antártica, la idea era optimizar las condiciones para aplicar bacterias autóctonas, degradadoras de hidrocarburos que tendrían un potencial uso ante un derrame de combustible que pudiera ocurrir en esa región de bajas temperaturas. De este modo, se busca reducir el impacto medioambiental que puede generar un accidente de este tipo.
Otros proyectos consistieron en el aislamiento de virus de distintas fuentes de agua, como chorrillos de deshielo, agua de mar y de glaciar. El objetivo fue la búsqueda, identificación y caracterización de partículas virales en un ambiente tan inhóspito. También trabajamos en el aislamiento de ADN de bacterias para su identificación, esperando dar con alguna especie inédita que aún no se haya reportado.
Los resultados y conclusiones fueron parte de tesis doctorales, se publicaron en Congresos Internacionales y revistas de divulgación científica revisadas por investigadores de todo el mundo idóneos en el tema. Esto es parte de nuestra labor como científicos.
Levin sostiene que el calentamiento global está afectando de forma considerable al continente Antártico: “En las salidas al mar por estudios de rutina los investigadores con mayor trayectoria y decenas de campañas en su haber me comentaron que durante el invierno el glaciar se congela y avanza, pero en verano empieza a descongelarse de forma alarmante, sus paredes caen y retroceden rápidamente, siendo cada año mayor su retroceso. A tal punto que han aparecido islas pequeñas de piedras donde antes solo se veía hielo”. Asimismo, señaló que entre la primera y tercera campaña notó sorpresivas lloviznas, las cuales no solían verse en el continente por las bajas temperaturas, pero a medida que aumenta el calentamiento global se elevan los grados y genera que este fenómeno sea más habitual de lo esperado: “Hubo días de once y catorce grados de temperatura, donde se podía estar de remera”.
¿Cómo definiría la inmensidad de la Antártida?
Después de haber viajado y podido capacitarme en las mejores Universidades de Madrid, enriquecerme de conocimiento y amistades de todas partes del mundo, debo admitir que los viajes a la Antártida no lo cambio por nada, fue la mejor experiencia vivida a pleno en mi carrera profesional. El poder habitar ese maravillo ecosistema protegido, siendo patrimonio de toda la humanidad, pero, sólo habilitado para la ciencia, y los que hacemos honor a ella. Recorrer esta tierra inhóspita, pero a la vez llena de vida a cada paso, tomar contacto con las aves y con los grandes y bellos mamíferos. Son cosas que no olvidaré jamás.
El trabajo en la UNER
Levin está satisfecho con la tarea que lleva a cabo en la Facultad de Bromatología; “Puedo dividir las tareas y el tiempo para continuar con las investigaciones en marcha, acompañado por Alejandro, el becario de CONICET que se radicó en la ciudad en el 2015.El objetivo es concretar próximamente su doctorado, antes de fin de año. Fue una apuesta muy grande, tanto mía como de él, motivando día a día su trabajo obteniendo los resultados esperados, siendo los pioneros en Gualeguaychú y las zonas aledañas en la temática de Biotecnología. Por definición, la biotecnología es el uso de organismos vivos o partes de ellos para generar productos o servicios”.
No hay muchos laboratorios en la región que se especialicen en la materia, cuesta todavía que la gente entienda qué es, qué se puede hacer y cuál es su potencial el cual incluye tanto el sector público como privado. “De a poco lograremos el objetivo, no será tarea fácil, pero pondremos todos nuestros recursos a disposición para lograrlo”, sintetizó.
Rubén Skubij